martes, 21 de septiembre de 2010

"...unos cuanto galletazos" PJG

Llevé una caja de galletas a la clase. Las llevaba en una bolsa verde. Eran polvorones. Los llevé para venderlos. Primero puse la bolsa junto a la silla. Pasado un rato me atreví a ponerla sobre la mesa. La tomé con cuidado, como un perro que amenazara con tirarme una mordida, porque era una bolsa muy escandalosa. Creo que resaltaba demasiado sobre el blanco de la mesa. El hoyo apuntaba hacia mí como una bazuca, pero no le prestaba atención. Los compañeros de clase apuntaban los bostezos hacia el centro del salón, hacia la profesora. La profesora no es tonta y, a pesar de que todos manteníamos los ojos pegados a los pelos teñidos o al ir y venir de los lentes de las cejas al escritorio, decía: “Raúl estás en clase” o “Jazmín estás en clase”. Creo que nadie más se daba cuenta de la bolsa verde. Cuando la voz de la profesora se ponía densa y mis pestañas no la soportaban más, miraba dentro de la bolsa: las monedas espolvoreadas en un solo lado de la caja transparente. Me acompañaron de costado por todo el camino y por eso ahora estaban todas apachurradas; la caja se abrió y unas borlas de azúcar glas rodaban sobre el interior de la bolsa. Sácalas para que las vean y pregunten, me dijo la voz. Los brazos se estiraron de inmediato, pero apenas las manos tocaron la orilla de la mesa, escurrieron madera abajo hasta llegar a la silla, y quedaron echas una bola de papel junto a las piernas. La clase terminó. Me puse de pie, me colgué la mochila, cogí la bolsa verde y jalé la chamarra que colgaba del respaldo. Fui el primero en cruzar la puerta.

viernes, 2 de julio de 2010

ME DEBES UN PANTALÓN, PUTO

Ya ves, cabrón, por prestarte el carro terminé todo mojado, puto. Pero eso no fue lo más culero, güey. Paempezar que salgo de la chamba y que veo que está lloviendo machín, pero machín, güey. Pero pus ni pedo, tenía quirme pala casa a güevo. Tonces que de ái de la puerta, que agarro y que me voy en chinguiza pala parada del camión. Ni pinche chamarra llevaba, con este pinche calor, quién putas anda cargando chamarra, cabrón. Me cae que de lo tendido quiba, casi no me había mojado, neta. Pero que un rejijo de su puta madre, de los jefes de ái de la chamba, que pasa en su carro, bien tendido el puto; y ya ves que casi no hay baches en la avenida, tonces qual puto se le clava la llanta en uno y que me salpica. Llegué a la parada, pero pus ya paqué; si este puto ya me había mojado y manchado todo el pantalón. Estaba requetemputado, güey; no había lavado ni un pinche pantalón por güevón, y luego así comostaba el día, ni modo que se fuera a secar. Vieras visto ese día, cabrón; la neta, parecía que no iba a parar; si en la fabrica estaba todo nublado, pala colonia se veía una pinche nubezota bien negra. A esa hora la avenida ya había valido madres; ya estaba toda bien inundada. Apenas pasaban uno, dos carrillos, y el pinche camión, ni pa cuándo, güey. Yasta quería agarrar taxi, pero tampoco. Pinches robamaletas, con el aguacero hacen su agosto, los cabrones, pero por ái no se aparecía ni uno, cabrón.

Entonces me puse a pendejear viendo uno de esos carteles de la cruz roja. Desos, güey. A poco no los has visto. Ése de dos monitos cargando a otro en una camilla, ahí a un lado del metro, a poco no los has visto. Están bien cagados, la neta. Eché un ojo pa ver si venía el camión, pero nada. Yastaba bien desesperado. Como esa avenida se pone como alberca, los pinches robamaletas no se animan a pasar por ái. Ya se estaba poniendo bien oscuro; y el pedo es que seguía lloviendo machín, si no, hubiera agarrado y me hubiera ido a la casa a patín. Siquiera paque me circulara la sangre; de estar todo el pinche día parado ya no aguantaba las pinches patas. Áistaba la banca, pero toda mojada. Me cae que ya sentía como si tuviera clavos debajo de las patas.

Ahí fue donde me saqué bien de pedo, güey; porque voltié pa ver otra vez los pinches monitos del cartel. Y que en el reflejo de la pinche mica, que veo la jeta de una vieja, cabrón. De volón sentí un chingo de calambres en la nuca y en las orejas. La ruca no me estaba viendo a mí; no sé qué chingaos estaba viendo. Me voltié bien despacio. La ruca estaba en el viajesote. Luego luego me di cuenta que estaba medio zafada; andaba con un pinche pans negro bien guango, y la vieja era un pinche palo, una pinche calaca; y todavía se le colgaba más porque el pans estaba todo empapado. Le hubieras visto la cara toda escurrida, güey. Aquí abajo de los cachetes tenía así como cuando las velas ya andan en las últimas; tenía unas bolas y se le colgaba el pellejo. Se notaba que usaba un chingo de maquillaje, por la mojada ya lo tenía todo embarrado en el cuello de la sudadera. Primero pensé que usaba un chingo por lo de la jeta que te digo, pero después pensé que también era porque tenía unas ojeras bien cabronas, que medio de reojo le había visto. Se le veían bien negras, pero negras, no mamadas. No me había dado cuenta de la neta porque tenía los pelos embarrados por lagua, y tampoco porque no la veía así todo descarado. Me hacía pendejo; como que miraba el cielo pa verla de refilón, o luego agachaba la cabeza y según yo me rascaba, pero nomás era pa verle las pinches manos huesudas que tenía, bien blancas, no sé si del frío o qué pedo, aunque no creo, porque ni le temblaban y yo yastaba que me cagaba del frío. Y luego no sé qué putas le veía a las nubes, pero estaba bien clavada. Entonces me puse a buscar en el cielo, pero nada; las nubes cargadas nomás y en un pinche pedazo de luz que quedaba hasta la chingada, se veían los relámpagos. Sería eso lo que veía la ruca.

Luego voltié porque oí un carro. Pensé que era el camión, pero nel, era una pinche camioneta Lobo. Era un pinche culero el que venía manejando; porque el puto venía en chinga y bien pegado a la banqueta. Dije: ahorita este güey me va bañar. Y así sin pensarla, que mecho patrás de chingadazo. Me di un putazo en el culo. No me acordaba de la pinche banca, cabrón. Entonces cuando meché patrás di el pinche azotón. Parece que del putazo saqué a la vieja de su alucín; porque luego luego que me caí, voltió la ruca, cabrón. Pero así en chinga, cabrón (tronido de pulgar y dedo del corazón), la ruca ya estaba de frente a mí. No mames, sentí bien cabrón los pinches calambres en la espalda y en la nuca. Tenía todo el culo mojado, la espalda, hasta lagua se me metió a los pinches zapatos. Pinche agua mojándome todo. Sí me saque bien de pedo, güey. Ora sí sentí que me cagaba. Los pinches ojos, cabrón. No se los había visto bien. Qué pendejo; pus si ni tenía. Neta, cabrón, neta que no tenía. No me creas, pero neta que sí, no testoy choreando. Yo igual, cuando la vi bien, no me la creía. Dije: a lo mejor estás alucinando pendejo. Es que nada más se le veía todo negro. Me dije: a lo mejor es el maquillaje que se le corrió y se le metió en los ojos; o tiene los ojos negros y ya, o qué sé yo.

Y cuando la veo que camina pacercarse. Me cai que me entró un pinche temblor en las piernas bien cabrón. Igualito a como sentía de morro cuando miba a vomitar. Neta, neta. Trataba de controlarme, de poner bien pinches duras las piernas, güey. Pero nada, me seguían temblando bien machín. Hubo un momento, cuando ya la tenía bien cerquita de la cara, que no me pude mover; los huesos se me habían trabado. Cuando la tuve así, bien cerquita de la nariz, sentí un olor así como cuando apagas un cerillo. Ese olor me da un chingo de asco, y así apestaba la ruca. Casi me vomito ái mero, en sus pinches patas. La ruca estiró su brazo como si quisiera ayudarme a levantar. Tenía la mano toda llena de quemaduras. Eso fue lo más cabrón, güey. Del puto miedo no tuve los güevos de levantar la cara y verla. Estaba bien escamado, pus me dije: cómo putas me ve. Me quedé en la pendeja por un momento y luego me dije: tengo quirme a la chingada de aquí, pero en caliente.

Escuché un carro. Voltié y de primero no lo reconocí. Pero de todos modos me dije: no me importa quién sea; yo me voy en ese pinche carro aunque me le aviente. Me paré de un putazo y quise saltar la banca, pero me resbalé con tanta pinche agua. Caí con las puras rodillas, qué chingadazo. Sí me dolió bien machín, pero tú sabes que el pinche miedo… Me valió madres y de nuevo parriba en chinga. Le hice señas al carro. Ya cuando estaba cerca vi que era el Ramón, ese güey se había quedado en la chamba a terminar no sé qué mamadas. El pinche Ramón como iba en el último carril donde el nivel del agua estaba más bajo, como que quería orillarse hasta donde no hubiera agua. Me valió madres y me bajé a la avenida, y como iba tranquilo, que corro para alcanzarlo. Si ya estaba todo mojado que importaba meter las patas en lagua puerca. Cuando el Ramón iba orillándose, me vio por el retrovisor y se paró en seco a medio carril. Abrí la puerta y me monté.

-Vámonos, güey.

-¿Qué te pasó, Martín? ¿Te robaron el carro?

-No, güey. Ahorita te cuento, vámonos.

-¿Andas tomado?

-No, güey, acelérale, ándale.

Mientras yo buscaba a la ruca por el espejo, este pinche Ramón me estaba cagando la madre con sus pinches preguntas y el carro ái parado a media avenida, hasta bajé la ventana pa limpiarle lagua al espejo. Pero no la encontré. Entonces que armado de valor me hinco sobre el asiento. Y sí, ya no estaba, cabrón. Y me vas a decir que es mamada, pero es neta; ái donde vi la primera vez a la ruca, ái mero estaba un pinche charco de lodo. Nada más lo vi cómo se escurrió pala orilla y me volví a sentar todo acurrucado.

-¿Estás bien, Martín?

-Sí, güey. Estoy bien… estoy bien… vámonos.

-Okei.

-Conoces una lavandería ái en la colonia, güey.

-Sí, mira aquí en la cartera traigo una tarjeta con la dirección, ahora te la doy.

-No, mejor no, güey. Así déjalo, ya valió madres. Pinche pantalón, mejor lo voy a tirar.

Sabes qué, cabrón… no te vuelvo a prestar mi carro y me debes un pantalón, puto.

martes, 29 de junio de 2010

¡OH HERMOSO FOCO DE LUZ AMARILLENTA QUE ILUMINAS EL CUARTO!

Blanco y negro. Más negro que blanco; grises, bruma, sombras, oscuridad. Las persianas están cerradas, pero se filtra un poco de luz. En el techo, muy cerca de la ventana, se forma una elipse; blanca, pero no brillante. Es un lunar blanco, pero percudido. Del perímetro de la elipse va naciendo la oscuridad; puntos negros aislados, que mientras avanzan hacia el foco que pende del centro del techo, se van uniendo más y más. Cuando rebasan el centro, los puntos se multiplican por miles hasta llenar la mitad del techo, y más aún; la oscuridad se derrama sobre las paredes. La oscuridad se escurre sobre el piso, la cama, mi cuerpo, su cuerpo. Si miras hacia la ventana, no adivinarás que es azul, a pesar de que la claridad de la luna lucha por traspasar las persianas.

PREVIEW / COMING SOON / THIS SUMMER

Ya ves, cabrón, por prestarte el carro terminé todo empapado, puto. Pero eso no fue lo más culero, güey. Ese día que salgo de la chamba y que veo que está lloviendo machín, pero machín, güey. Pero pus ni pedo, tenía quirme pala casa a güevo. Tonces que de ái de la puerta, que agarro y que me voy en chinguiza pala parada del camión. Ni pinche chamarra llevaba, con este pinche calor, quién putas anda cargando chamarra, cabrón. Me cae que de lo tendido quiba, casi no me había mojado, neta, pero que un rejijo de su puta madre, de los jefes de ái de la chamba, que pasa en su carro, bien tendido el puto; y ya ves que casi no hay baches en la avenida, tonces que al puto se le clava la llanta en uno y que me salpica. Llegué a la parada, pero pus ya paqué; si este puto ya me había manchado todo el pantalón. Estaba requetemputado, güey; no había lavado ni un pinche pantalón por güevón, y luego así como estaba el día; ni modo que se fuera a secar. Vieras visto ese día, cabrón; la neta, parecía que no iba a parar; si en la fabrica estaba todo todo nublado, pala colonia se veía una pinche nubezota bien negra. A esa hora la calle ya había valido madres; ya estaba toda bien inundada, y apenas pasaban uno, dos carrillos, y el pinche camión, ni pa cuándo, güey. Yasta quería agarrar taxi, pero tampoco. Pinches robamaletas, con el aguacero hacen su agosto, los cabrones, pero por ái no se aparecía ni uno, cabrón.

martes, 22 de junio de 2010

PURAS PATADAS

Es martes; no es trece, pero es un día fatídico: ha perdido la Selección Nacional. Hoy no es un buen día para recoger el desmadre de la casa ni para salir al jardín y cegarse con la luz del sol ni para bañarse, mucho menos para buscar empleo. Por qué dejaste tu empleo anterior, te preguntarán. Dirás que por la escuela, que porque vas a estudiar, que el horario no te daba; que sólo por eso, pero que eras un empleado ejemplar y que nunca tuviste problemas con nadie.

La Selección ha perdido, y parece que por su culpa te ha hecho daño el café de la mañana y tienes diarrea. Por qué no nada más escribes y dejas de pensar que la casa esta tirada, que huele a encerrado, que tienes el cabello grasoso, que el baño apestaba a oxido, porque ahora apesta a tu mierda.

Visitas las páginas de empleo, pero no hay nada para ti; sólo ventas, técnicos en millones de cosas, especialistas en software, meseros, limpieza. Quieres ser redactor, periodista, corrector de estilo, editor, columnista, cronista, pero sólo tienes la prepa vato. Podrías aceptar esa chamba de ventas en una tienda de tenis; medio tiempo por tres mil pesos. Sí, tienes razón; es una mierda, pero qué quieres, me vas a decir que tú estás acostumbrado a ganar cinco mil pesos mensuales, nomás parado en la puerta de una librería dando a la gente estúpida, los Best-sellers que busca; porque ellos nunca serán como tú; gran lector de cosas propositivas e innovadoras, que no se comparan con las porquerías que publican las grandes editoriales. Lástima, hermano, que no paguen por leer en este país.

Sí, me podrás decir que tú puedes escribir mucho mejor que toda esa bola de ignorantes que trabajan en los medios locales, pero ya te dije: S-Ó-L-O T-I-E-N-E-S L-A P-R-E-P-A; acepta tu realidad hijo, ya sabes que en este país necesitas el papel o un trampolín; y tú eres un jodido y nunca has sido bueno para las relaciones sociales, disque porque eres muy chingón y no necesitas a nadie, y nunca darías las nalgas por conseguir la chamba que sueñas.

Pero la neta sólo eres un pendejo más en este país, que sueña con que la Selección sea campeona del mundo, pero qué fumaste carnal; la neta sí estás bien pendejo, y más porque te emocionas cuando la Selección juega bien, sientes cosquillas en el pecho, sonríes frente a la tele, quisieras ser cualquiera de esos pendejos que pateando un balón, gana millones, sale en la tele, tiene admiradores, tiene un futuro asegurado, y que no se tiene que preocupar por conseguir una chamba. Una mísera chamba de setecientos cincuenta a la semana por ocho horas de esclavitud, seis días a la semana, sin descanso en domingo. Ni modo mijo, pa qué nació jodido, ora se chinga.